Taeko Nomiya
(Ciudad de México, 1990, IG: @nomiyataeko)
Al igual que el Japón, Taeko Nomiya es una isla. Nacida en México de padres japoneses, Taeko aprendió a entender el mundo en japonés y a explicarlo en español. Antes incluso de que ella cobrara conciencia de sí misma y de que conceptos como “mexicana” y “japonesa” adquirieran algún significado, Taeko ya había desarrollado una percepción dual del mundo que la rodea. Ella tiene muy claro que en cada cosa que nos encontramos, en cada lugar que visitamos, en cada persona que conocemos hay siempre un subtexto que no es evidente a los ojos pero que resulta indispensable para poder descifrar lo que tenemos enfrente.
Esa es la razón por la que Taeko hace fotos en doble exposición. Porque siendo la japonesa que creció en México mientras que su familia extendida estaba en Japón, o siendo la mexicana que visitó la insólita Tokio de la que todos sus amigos habían oído hablar, pero ninguno había visitado, Taeko se encontraba siempre poseída por el impulso de compartirle su mundo a alguien que estaba del otro lado del mundo. Luego, al tomar la fotografía Taeko invariablemente descubría que, aunque la cámara había captado fielmente todo lo que ella tenía enfrente, había una capa de realidad que no estaba en las fotos.
Curiosamente, Taeko es una mujer de pocas palabras, de ninguna explicación. Tal vez sea porque esa misma naturaleza insular que le ha dado el que siempre la consideren extranjera la libera de la necesidad de pertenecer que da el saberse comprendido. O tal vez sea que el proverbio tenía razón y, si una imagen vale más que mil palabras, cada fotografía de Taeko Nomiya ya contiene explicaciones más que suficientes.
Luis Okamoto
(Lima, 1964, IG: @luisokamotope)
Luis Okamoto lo entiende todo a través del rigor. Para él la perfección artística sólo puede alcanzarse a través de una práctica constante, inflexible y la calidad está estrechamente relacionada con la simetría, con lo intencional. Antes de llegar a Tokio Luis constantemente elogiaba lo japonés como fruto de la planificación absoluta. Para él, el Japón que su abuelo le había descrito era un país donde nada era dejado al azar y ahí estaba la clave que en el siglo XIX les había permitido pasar de ser un país feudal que utilizaba las herramientas más básicas a igualar, y en algunos ámbitos superar tecnológicamente a las potencias europeas y a Estados Unidos en un plazo de 10 años.
Luis hablaba también de que para él, el Perú antiguo y el Japón son un caso insólito en el que dos países que están en polos opuestos del mundo desarrollan una sensibilidad gemela. Para él, el Perú moderno ha extraviado el rumbo y la clave para volver a encontrarlo está en recuperar esa percepción original que el Japón nunca abandonó. Esta exposición retoma algunas de sus fotos de Perú, como las piedras asimétricas de Machu Picchu, para compararlas a las paredes del Palacio Imperial de Tokio y esas fotos nos ofrecen un sustento visual innegable para esa teoría tan suya.
En cuanto a sorpresas, Okamoto en Tokio descubrió algo que no estaba en los relatos de su abuelo. Caminando por la ciudad se encontró constantemente con una asimetría que, aunque chocaba con su concepto de la perfección, lograba siempre una imitación diestra de la naturaleza. En vez de encontrarse jardines de composición impecable y pulcritud quirúrgica, Luis supo darse cuenta que para los japoneses la armonía inigualable de la naturaleza está en el musgo que crece a su aire y que ellos nunca retiran. En las sombras de las hojas de los árboles, que nunca trazan líneas rectas. Que la única manera de alcanzar la eufonía y la cadencia del diseño que tiene la naturaleza no era a través del rigor del designio, sino de entregarse justamente a su naturalidad.
Marcio Takeda
(São Paulo, 1994, IG: @takeda_marcio)
https://cuartoscuro.com/revista/una-cara-alternativa-del-japon-que-conocemos/
Para Marcio Takeda Japón nunca fue algo definido, tangible. En su casa en São Paulo siempre se habló en portugués y se comió comida brasileña porque su padre, que llegó a Brasil ya de adulto, apostó por integrarse de lleno al país para que sus hijos no fueran vistos como una rareza. Entonces, aunque Japón ha sido una presencia constante en su vida, Marcio creció con las mismas referencias sobre el país que tiene cualquier occidental: el anime, las mujeres vestidas de colegiala, los robots, la gente con el cabello pintado de colores estrafalarios.
La primera sorpresa de Marcio fue encontrarse con que Tokio es tan cosmopolita y diversa como Londres o Nueva York. Con que hay morenos de origen asiático en todos los tonos y que esos morenos no aparecen nunca en las fotos. Que en Japón hay musulmanes. Tanto musulmanes japoneses como de otros países asiáticos. Una calidez humana y una apertura hacia el otro que nunca se menciona cuando se describe a los japoneses como una sociedad de individuos homogeneizados e incapaces de socializar, obsesionados con el trabajo. Cada vez más aislados.
El Japón de las fotos de Marcio Takeda muestra una sociedad diversa, cálida, divertida, distinta al Japón que constantemente nos muestran los medios y los artistas de este lado del mundo. Después de ver las fotos que Marcio tomó en Tokio en agosto, resulta innegable que acercarse a Japón a través de la mirada de una persona que creció en un país con la diversidad de colores, de razas y de sabores que tiene el Brasil nos revela un Japón que siempre estuvo ahí, pero que no habíamos sabido ver hasta ahora.